Pasaron los días, las semanas… cada uno de nosotros se inventaba una posible historia sobre el destino de Pichurri, algunas eran pesimistas: “lo habrá cazado un gato o un ave más grande”, “o a lo mejor lo ha atropellado un coche”… Y otras no tan pesimistas: “lo mismo se ha posado encima de un niño y se lo ha llevado a casa”…
Y un día regresó, así, como si no hubiera pasado nada, llamó a la ventana y entró por el balcón, saludó a mis tíos… todo parecía haber vuelto a la normalidad.
Pero no fue así, a partir de aquel día Pichurri se iba por la mañana y volvía al atardecer para dormir, a veces también iba a comer.
A los pocos días venía otro pájaro a verlo y fue cuando descubrimos que era hembra y aquí es cuando el nombre de la historia cambia… porque desde entonces la llamamos Pichurrina. Pues, como decía, su novio se ponía en la ventana a hacerle bobadas y después se iban juntos y a la hora de volver él la acompañaba a casa.
CONTINUARÁ…
1 comentario:
Me parece genial que una historia cotidiana pueda hacer que uno le preste tanta atención...sigue con ella!!
Un abrazo!!
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