no soy yo

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anis
Sólo sé que no sé nada
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12.03.2009


Le faltaba el aire. No podía respirar, sus pulmones se bloquearon, necesitaba respirar. La habitación comenzaba a moverse y volverse borrosa. Entumecida e intentando correr se dirigió a las blancas puertas del balcón y salió como pudo. El ambiente estaba frío y cortante pero entró en ella con mucha facilidad, su cuerpo necesitaba ese hielo, la sangre comenzó a templarse y su corazón volvía a latir. Los sonidos del tráfico, de la calle, aparecían en sus oídos como si alguien fuera subiendo el volumen del mundo. Una nube blanca salía de su boca, el aliento de la vida. Entonces bajó la cabeza y miró sus manos apoyadas en la gélida piedra de la barandilla y, tras un interminable segundo, un salado líquido empezó a crearse en las cuencas de sus ojos para después resbalar por su mejilla. Su cuerpo empezó a sentir la fuerza de la gravedad y, doblándose acabó sentada en el suelo dejando escapar todos los sentimientos que llevaba dentro.