Mateo apenas sale de casa. Odia a la gente. No le gusta en lo que el mundo se ha convertido. Se pasa la vida encerrado en la pequeña buhardilla de la casa que heredó de sus abuelos.
Por eso, cuando llega el otoño, Mateo sonríe. Pues, por la noche, cuando la niebla borra la ciudad y a las gentes, se pone su vieja bufanda de lana y su trenca descolorida y sale de su refugio para no ver nada.
Lo que él no sabe es que el resto del mundo, todos los días, también sale a la calle para no ver nada.