Cuando era pequeña jugaba a Las Ciudades. Mis primos y yo pintábamos con tiza, en el suelo, las aceras, las flechas, las líneas de la carretera, pasos de peatones y semáforos. Entre el pozo grande y la higuera pintábamos el aparcamiento para nuestros vehículos: las bicis.
El mejor "local" que te podía tocar era El Cuartucho, donde los mayores tenían la caldera,el cual estaba delimitado por unas escaleras que hacían esquina y llevaban a una casa abandonada a la que nunca llegué a subir por el miedo que nos metían de si había fantasmas y el suelo estaba medio roto y te podías caer a quién sabe dónde. Entonces el cuartucho tenía dos entradas, una bajo las escaleras y la normal donde poníamos el mostrador de nuestra tienda.
El segundo mejor "local" era DelaRayapa'Allá, era el más grande, casi siempre se lo pedía Beni y montaba allí un supermercado enorme con los envoltorios y cajas vacías de la comida real, de galletas, cola-cao...
Nuestro dinero era papel de periódico recortado a forma de billetes.
Una vez tuvimos un bar. Habían aparecido, junto a la canasta unos troncos que en mi memoria eran claramente mesas bajas y taburetes de la altura idónea para aquellas mesas. Montamos un restaurante- bar espectacular.
Es increíble cómo es la memoria en la que queda plasmada la imaginación de un niño como otra realidad que cuando creces dejas de ver. Todo era perfecto, incluso barríamos y limpiábamos y buscábamos nueva mercancía.